Las dificultades a las que se enfrentaron las universidades españolas en marzo y abril para desarrollar toda su actividad online podrían acabar siendo el germen que propulse cambios duraderos en la conquista de lo digital dentro de la enseñanza superior, según dos expertos del sector
Durante décadas, muchas universidades españolas han funcionado bajo unos formatos rígidos que ahora les pueden pasar factura; el reto para esas instituciones está en predecir lo que los estudiantes universitarios de 2030, por ejemplo, van a exigir a las universidades, según Bruna Schwerz, especialista en marketing para enseñanza superior de Salesforce.org, un proveedor de servicios digitales, y Sergio Saldaña Prieto, a cargo de evolución digital en el vicerrectorado de calidad y transformación organizacional de la Universidad Franco de Vitoria, en Madrid.
Los dos expertos analizaron el futuro del sector de la educación superior en España en el webinar Cómo puede España activar su oferta de educación digital, organizado por Times Higher Education (THE) en asociación con Salesforce.org el 10 de noviembre.
“Las universidades quieren ser sostenibles a largo plazo, pero ya no pueden confiarlo todo a la imagen de marca construida en el pasado: el estudiante del futuro no será como los estudiantes de hoy, y tenemos que analizar qué herramientas digitales tendrán a su disposición. Tenemos que prepararnos para eso inmediatamente, y la experiencia de 2020 nos ayudará a ello”, dijo Schwerz.
Las universidades tienen que analizar, por tanto, qué tipo de cursos demandarán los estudiantes de 2030, así como qué contenidos y qué formatos serán los más adecuados, añadió Schwerz.
Del mismo modo, es probable que los modelos de enseñanza presencial y a tiempo completo, predominantes tan solo hace un año, se hayan convertido en una memoria distante en 2030; la flexibilidad y la capacidad para adaptarse a los cambios rápidos que demostraron tanto los estudiantes como los empleados en 2020 probablemente han venido para quedarse.
España ha atraído durante décadas a estudiantes internacionales, y algunas de sus escuelas de negocios se encuentran entre las mejores del mundo, pero estos casos de éxito siguen siendo las excepciones. La mayoría de las universidades españolas aún están debatiendo cómo pueden ser competitivas a nivel global y cómo ofrecer enseñanza online después de tantos años pensando mayoritariamente en un formato analógico.
“Este es el gran debate en este momento. ¿Deberían las universidades españolas ofrecer más cursos en inglés para competir globalmente, o deberían enfocarse en los lugares donde es el idioma español lo que les da buena reputación? Ese es el reto, porque abrirse a los estudiantes a nivel mundial también significa abrirse a la competencia global”, dijo Schwerz.
Las universidades tienen que afrontar esta realidad cuanto antes, añadió Saldaña Prieto.
“El mercado de la educación superior es ahora totalmente global, y las soluciones también deben expandirse. En el futuro, proporcionar nuevas habilidades o conocimientos tendrá que hacerse de una forma flexible. La academia tal y como la conocemos, y la investigación, continuarán desempeñando un papel en la educación superior, pero la búsqueda de nuevas habilidades también será una parte muy importante. Aquellas instituciones que se adapten a este formato líquido serán las que tengan éxito”, dijo Saldaña Prieto.
En un formato flexible, lo digital estará en el centro de todo; en 2020, plataformas digitales y sistemas de gestión del aprendizaje (learning management systems, LMS) que las universidades ya venían usando en los últimos años fueron un factor clave para facilitar el traslado de todas las actividades al formato digital.
Pero esas plataformas digitales no pueden ser unidireccionales; el próximo paso es que las universidades pongan al estudiante en el centro de todo lo digital y, haciendo un uso efectivo de sus datos, hacer las plataformas más productivas; Schwerz lo llamo la “vista 360”.
Además de mejorar la experiencia digital, los estudiantes deberán tener la seguridad de que sus datos se gestionarán de una forma ética, lo que a su vez incrementara su compromiso, dijo Schwerz.
Por ejemplo, los estudiantes podrán ver los beneficios de las plataformas digitales cuando éstas sean capaces de ofrecerles apoyo personalizado y de calidad; Saldaña Prieto dijo que, si los datos se gestionan de forma efectiva, la universidad podría estar al tanto no solo del desarrollo académico de los estudiantes, sino también de aspectos más personales.
“Podríamos saber si el estudiante financia sus estudios a través de una beca, o si está trabajando para poder pagar las tasas de la matrícula. Si están trabajando, puede que se enfrenten a problemas que podrían acabar afectando a sus estudios. Si lo supiéramos, la universidad podría ofrecer asesoramiento o apoyo”, añadió Saldaña Prieto.
El potencial que pueden tener los datos se verá más claramente cuando la universidad pueda optimizar los servicios que ofrece a un estudiante porque previamente se han conectado todos los aspectos de su vida universitaria, algo que Schwerz llama la “activación de datos”.
"Si pudiéramos saber lo que está pasando en la vida del estudiante, podríamos hablar con él o ella directamente, hablar de tú a tú, y así al mismo tiempo hacer que se sintieran más involucrados. A su vez, esto sería importante para que el estudiante tuviera plena confianza y se comprometiera más”, concluyó Schwerz.
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